EL NEOLIBERALISMO TARDIO: ENTRE LA HEGEMONÍA Y LA
INVIABILIDAD
Introducción
Luego de un período de gobiernos populares en la región, distributivos con orientación a
derechos y a la inclusión, que se enfrentaron a limitaciones provenientes de la crisis
mundial irresuelta del 2008, la caída del precio de las commodities, la restricción externa y
a errores propios de construcción política, así como a la decisión del poder fáctico de
terminar con el ciclo ‘populista’ que los alejaba del tradicional capitalismo de pillaje,
estamos hoy en Argentina en presencia de un neoliberalismo tardío con pretensiones
hegemónicas y refundacionales.
Esto también acontece en otros países de la región, y
emblemáticamente en el caso de Brasil.
Nos encontramos ante un proyecto de dominación que registra similitudes pero
también diferencias significativas con las experiencias anteriores: la de las dictaduras
militares y los Chicago Boys en los ’70; las de la hegemonía del Consenso de Washington
en los ’90; y esta tercera edición vinculada ahora a un gobierno de CEO`s y representantes
del poder corporativo directo en el Estado, sin mediaciones, privilegiando el interés privado
y sectorial sobre el bien común.
El neoliberalismo tardío se manifiesta principalmente en
políticas públicas que promueven una gigantesca transferencia de ingresos a sectores
concentrados y, por lo tanto, un rápido aumento de la desigualdad y del desempleo. Pero
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también, se manifiesta en una conjunción de poder mediático, judicial y económico
novedosa, que diluye la problemática del desarrollo y lo sustituye por el de la transparencia.
Un neoliberalismo tardío que reduce la institucionalidad y la seguridad jurídica y busca
desestructurar procesos de integración regional (Mercosur, Unasur, Celac) para “abrirse al
mundo”. Junto al inicio de una reforma estructural del Estado y de flexibilización del
mercado de trabajo, el tardo neoliberalismo se presenta con una novedad importante sobre
los anteriores, una apuesta decisiva sobre lo comunicacional, el marketing y al cambio de
imaginarios y del sentido común de la sociedad, para desterrar definitivamente la
posibilidad de la vuelta del populismo: la “batalla cultural”.
Asimismo, esta pretensión de hegemonía del gobierno de las élites en el caso de
Cambiemos se enfrenta, sin embargo, a situaciones que cambiaron sustancialmente las
condiciones del libre mercado de los ’90. En primer lugar, ya no existe en la sociedad el
aura del pensamiento único, del ‘fin de la historia’ que sucedió a la Caída del Muro, y el
acceso a la sociedad de consumo. Este gobierno busca reducir el consumo y el empleo, en
búsqueda de aumentar su competitividad global a través de la baja de salarios,
desindustrializándose y re-primarizándose, y recortando presupuesto en educación, ciencia
y técnica. Asimismo, el contexto internacional es totalmente diferente al de la gobernanza
unipolar de inicio de los ´90, por el nuevo proteccionismo y aislacionismo del norte (como
el Brexit o el triunfo de Trump, entre otros) y al surgimiento de otros muros. En todo caso,
ya no es un mundo de unipolaridad, sino multipolar y desglobalización liberal. Un mundo
incierto que gira hacia la derecha para intentar resolver los problemas que promueve un
capitalismo de creciente concentración y estancamiento. Que se cierra ahora a los grandes
tratados de libre comercio a los que apuntaba como panacea el actual gobierno junto a la
Alianza del Pacífico y el PPTT.
Este neoliberalismo llega tarde, a destiempo de los cambios
que se están produciendo en el contexto internacional. Parte de esta inviabilidad es que no
puede dar respuesta a ninguna de sus promesas: se ha quedado sin mercados demandantes
en el norte, destruye su propio mercado interno mientras otros países los protegen; se
endeuda con tasas cada vez más altas y se desindustrializa. De esta manera, genera un
círculo vicioso: menos demanda, consumo, empleo, crecimiento e inversión y menor
recaudación y más déficit público y ajuste y endeudamiento lo que promueve un rumbo
insustentable en el mediano plazo.
Finalmente, el otro elemento diferenciador es que la sociedad que busca cambiar
este proyecto de gobierno de las élites, en su búsqueda de volver atrás, no es la misma
luego de la experiencia de más de una década de mejora de sus derechos, de sus
oportunidades e ingresos, y del surgimiento de otro paradigma de carácter neo desarrollista
inclusivo. Es una sociedad que se movilizan, protesta y resiste y, que en todo caso, en gran
parte no está dispuesta a aceptar promesas que se diluyen con la rapidez de pompas de
jabón, ni que se desestructure su memoria histórica en nombre de un relato autoritario. En
este conflicto se hacen cada vez más inviables los objetivos gubernamentales de reducir el
déficit, la inflación, la pobreza y la corrupción y de atraer inversiones y crecer. No obstante,
la sociedad mediática, el poder económico de las corporaciones, parte significativa del poder judicial, la existencia de una oposición simulada, la cooptación de la CGT que, al
menos hasta comienzos de este año -en vez de ser un gran articulador de la defensa de la
clase trabajadora- parece quedar ligada a la suerte del gobierno. Asimismo, la liga de
gobernadores en su trade off permanente por coparticipación y asistencialismo; y la Iglesia
institucional como operadora de la gobernabilidad conservadora, han permitido hasta ahora
que la coalición gobernante continúe con su proyecto, facilitándole los tiempos para que
éste se vuelva irreversible.
De esta forma, a comienzos del 2017, el tardo neoliberalismo oscila en un sendero
estrecho entre la hegemonía y la inviabilidad. Sin plan b, la única resolución en el caso del
gobierno de Cambiemos, ante una creciente desempleo, déficit fiscal, alta inflación y
reducción del consumo, es profundizar el ajuste.
Apostar a la agenda de seguridad, apelar a
un creciente decisionismo presidencial –los DNU-, subir tarifas de servicios públicos,
fragmentar la oposición, aumentar la represión de las protestas populares, judicializar parte
de los adversarios políticos (lawfare) e ir hacia una democracia restringida.
Por último, la resolución de este dilema para el gobierno radica en la capacidad o no
de la oposición real de configurar una coalición amplia que impida al primero reproducir un
triunfo en las elecciones de segundo término de este año. Esa decisiva contienda electoral,
supondrá la resolución del enigma que atraviesa la política nacional: si las élites consiguen
consolidar su hegemonía en contra del bien común -confirmando el quiebre logrado en el
2015- por aceptación de los ciudadanos de un quite de derechos y expectativas, o si la
derrota electoral de Cambiemos es el principio del fin del neoliberalismo tardío.
Por Daniel García Delgado
AREA DE ESTADO Y POLITICAS PÚBLICAS
FLACSO - 02 de Febrero de 2017
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